viernes, 30 de abril de 2010

Derrotada


Se desvanece la sombra del alma que un día fui.

Los ruidos ya no son familiares, sin embargo
atraen recuerdos,

incómodos e inoportunos.

Me desvelo por la noche y conciliar el sueño
se me hace imposible.


La mente comienza con su juego.
Los pensamientos se mezclan
dando paso a una oscuridad nítida, de matices desdichados.


Una realidad se hace palpable, con una única finalidad:
Matar a mi Yo verdadero.

Mi Yo fuerte, el que siempre ha vencido, el que jamás se dejó enturbiar por las tinieblas de la pena.

Ahora, mi Yo se ve golpeado por una fuerza inmortal
y, prácticamente, es abatido.

El héroe de guerra es mutilado
cuando hubiese preferido caer en combate.


Le han truncado, se siente abolido.



Él sabe que ya jamás

será el invicto que un día fue.

miércoles, 28 de abril de 2010

Caos semicontrolado



No salgo de esa nube, ya se me hace tan espesa que no veo por donde piso.


Necesito un cigarro, pero ¿dónde está mi tabaco? A tientas, entre tanto caos, palpando, consigo encontrarlo y sacar el cigarrillo que intentará calmar mi ansiedad. Prendo el mechero y no atino a encender el cigarro. Una segunda oportunidad, y tampoco. En la tercera lo consigo.


Parece que me voy calmando. Las pastillas que tomé van haciendo su efecto.


Necesito que se disipe el humo para lograr poner algo de orden en mi vida. Demasiadas cosas a la vez, no soy capaz de llevarlas bien, lo sé, hago lo que puedo y creo que no va tan mal, pero me crea un estado de confusión mental, esa nube que no se va…



Necesito poder respirar aire puro, sin contaminar.



lunes, 26 de abril de 2010

Esfera empañada






Relegándome a la nostalgia, reviso aquellos tiempos perpetuados en fotos,

y me imagino en otros que no llegaron a modelarse.

Cajas de recuerdos, desordenadas,

en mi abatida casa de cartón.


Apilo cajas, una encima de otra, que figuren bien dispuestas.

Doy un paso atrás queriendo percibirlas desde otro ángulo.

Me retiro a observarlas.




Pasa el tiempo…

y no puedo verlas, no puedo tocarlas.

Se me apena el espacio que me encierra

-el que me aísla-

y sólo alcanzo a acomodarme en un rincón olvidado

para tratar de hacer memoria, y así

volver a sentir aquellas cajas…


ahora, ya vacías,

en mi sombría casa de cartón.




sábado, 24 de abril de 2010

Trance




Un cigarro tras otro, una mirada aquí, una allá, un movimiento constante e incontrolado de mis piernas... me doy cuenta y paro.

Miro a mi alrededor y sucumbo ante un caos infinito. Movimientos dispares confunden mi estadía en esta locura imperante que me lleva a pique.
De a poco, los disturbios me oprimen, la angustia me ciega.
Como en una ruleta rusa, espero el momento, mi gran momento… pero no llega.

En estado de abducción, me levanto y preparo un amargo. Mis manos tiemblan al cebarlo. Uno, otro, otro más ... lo tomo... voy despertando.

Vuelvo a esta dimensión con la coraza que me afané en mi delirio, y la pipa hundida en mi bota, con tan sólo una bala.



Si todo sale bien, la cuidaré...
me será útil en mis futuras pesadillas.


viernes, 23 de abril de 2010

La oportunidad que podría cambiarme la vida



He visto casos en los que personas con enfermedades crónicas muy dolorosas se han visto forzados a aparentar una normalidad en su comportamiento habitual que no es tal, tan sólo para no ser marginados por los que le rodean o por la sociedad en general. Personas que han tocado la muerte con sus manos y han vuelto a la vida cargando consigo secuelas importantes, pero que deben volver a la regularidad de la vida rutinaria, a las faenas del hogar, al cuidado de sus hijos, a ponerse al frente de su negocio, en fin, a hacer como si nada hubiera pasado, ni nada le estuviera pasando.

Sin poder evitarlo y casi sin ser conscientes de ello, estas personas desarrollan una capacidad para hacer ver lo que realmente no es. Me explico: ejercen de actores/actrices sin titulación, ni diplomaturas, ni cursos, ni academias de por medio. El cuerpo humano necesita de ello para subsistir y se ven milagros sin tener que ir a Lourdes.

Tengo una amiga que padece fibromialgia y ella siempre suele decir: “somos actrices de Oscar” y, realmente, es así.

Las personas con fibromialgia sufren mucho, y no sólo es dolor físico el que ataca a sus cuerpos, sino también dolor en el alma al no ser comprendidos por el entorno más cercano, por los médicos y por la sociedad en la que hoy en día vivimos, muy incrédula, por cierto.

El rechazo hacia estos enfermos es tal, que en sus cuerpos se dispara ese mecanismo de supervivencia y los convierte en actores/actrices capaces de camuflar lo mal que se sienten a causa de su patología, para poder así mantener a su lado a la gente que aman, para mantener también su puesto de trabajo o para no sentir ese desprecio del que hablaba antes. Quieren sentirse útiles, necesitan sentirse queridos y, sobre todo, comprendidos.

¿Qué triste, no? Estar tan enfermo y, encima, tener que aparentar que estás como una rosa para que, en la mayoría de las ocasiones, no te rechacen.



Pues bien, yo me considero actriz y, sin embargo, no sé si daré la talla delante de los micros, con 4 focos de 5000 W cada uno y una enorme cámara de cine grabándome. Y es que, en estos últimos días, me han ofrecido un papel importante para una película de cine. ¿Qué gran oportunidad, no? ¡Más de uno la quisiera!



Y aquí estoy yo… dudando si seré capaz de hacer el papel como corresponde.
Sinceramente, estoy algo aterrada.

lunes, 19 de abril de 2010

Mi debilidad


Esta vez, la vida me ofreció una caricia,
una dulce nube canela
que acompañará mis días y mis noches,
un mimoso y tierno bebé de algodón.

Y… ¡¿cómo no aceptarlo?!



Hola, me llamo Toffee,
y sí, ese del cual habla mi mami,
nada más y nada menos que soy yo.




miércoles, 14 de abril de 2010

Fragilidad


¿Cuánto puedes llegar a soportar?

Inesperadamente, la vida te da tortazos. La cara te queda girada, el cuello casi se te parte... tu mejilla sangra.
Sin atreverte aún a volver a mirar hacia adelante, sacas un pañuelo para limpiarte.

Cuando ya te crees a salvo, cuando crees que podrás volverte sin que te golpeen de nuevo,
te giras y sonríes.
Al principio con una sonrisa falsa, intentando que ese esfuerzo sirva para sacar, con el tiempo, tu mejor sonrisa. Y ésta termina llegando… sonríes,

y tu sonrisa es sincera, aunque no dejes de pensar en aquel tortazo.

Aún su cicatriz marca tu cara, pero tú sonríes. Lo haces de corazón, pensando en que algo bueno ha de venir y que no debe tardar en llegar…

“ya toca ¿no?” - piensas - y en ese preciso instante, mientras flotas dejándote llevar por tu ilusa imaginación,
la vida te da un hachazo.

Uno tras otro,

a cual más violento,
los golpes te van haciendo cada vez más fuerte...

- al menos, eso dicen -

Pero hoy, las cicatrices me escuecen y tantas sacudidas me destrozan el alma.



Hoy soy de cristal,
hoy... me siento débil.





domingo, 11 de abril de 2010

...



En el espacio que ocupa mi soledad
voy a guardar aquellos sueños que cumplí.

Voy a buscar, a ver si encuentro
en los momentos más felices de mi niñez,
una sonrisa,
suave, cálida , acogedora,
que abrace al mendigo y se descubra amado,
que lo haga dichoso en su fina cama de papel.

Y por el cauce en el que navega mi tristeza
a la muerte voy a dejar pasar de largo…
cantando.


A un soplo de vida me agarro.

Llega Llegó Soledad

miércoles, 7 de abril de 2010

Conmoción



No quiero hablar con nadie, no llames, no atenderé.
El teléfono sigue sonando y mi ansiedad gana terreno.
¿No entendéis que necesito tiempo? ¿No os dais cuenta que en estos momentos no puedo estar, no puedo responder?

Una habitación tranquila, un poco de incienso, una luz tenue, unas fotos… y el silencio.
Silencio que me acompaña durante tanto tiempo que ya no sé si es compañero o simplemente es parte de mí.
Y miro al suelo y me dejo caer… en el recuerdo, en trocitos de un pasado que me es tan complicado ver, que no sé si es pasado o solamente, sin más, lo soñé.

Y entonces sueño que vuelo… y vuelvo a creer. Pero es tan frágil, tan fugaz este instante, que la realidad se me echa encima y me aplasta con tanta fuerza que me marea, me perturba, me desorienta, me quita las pocas fuerzas que de los sueños pude atrapar.

Y una vez más cierro los ojos… y ¿para qué? Sólo quiero gritar y liberarme, salir de este cuerpo, de esta cárcel.

Quiero pensar que vendrá algo bueno, pero es tan incierto, que me dejo caer.

martes, 6 de abril de 2010

Por siempre



Necesito decirte cuán importante fuiste para mí. Necesito que sepas cuánto extraño tu presencia. Necesito darte un abrazo infinito, de esos que tú tan bien conoces.
Un abrazo de los nuestros, en tu cama, en el sofá, en el suelo… da igual, nuestros abrazos eran cálidos hasta en el mármol helado.


Te buscaba en mis largas noches de insomnio y juntos íbamos al sofá. Dejaba que fueras el primero en acomodarte porque sabía lo que disfrutabas siendo el primero en todo y, entonces, me tumbaba yo, a tu lado, cuerpo con cuerpo, abrigando los latidos de tu corazón.
Mi brazo se deslizaba por debajo de tu cuerpo rodeándolo hasta llegar a tu espalda y ahí comenzaban los mimos.
Casi sin darme cuenta, ya tenía tu cuello apoyado en mi hombro y tu cabeza delicadamente recostada sobre la mía.
Mi mano se paseaba por tu pelo, acariciaba tu nuca, tu frente, tus orejas, tu cara, tu boca…
Para que me sintiera abrazada y protegida, tu mano siempre estuvo en mi hombro, cuidando que mi cuerpo no se desestabilizara y resbalara hacia al suelo.
Era la única manera de dormirme en esas noches en las que mi cabeza y mi cuerpo se aliaban para no dejarme descansar.

Y así… así me dormías tú, mientras la noche callaba. En esos momentos, era capaz de palpar la paz.

Una vez dormidos, el tiempo no importaba, las horas corrían o los relojes se paraban… no lo sé, ¡y qué más da, ¿qué importaba el tiempo?! Lo hacíamos nuestro y eso era lo que realmente contaba para ti y para mí.
Y cuando tu sabio criterio consideraba oportuno, con sumo cuidado me recordabas que era hora de volver a la cama hasta que llegara el amanecer.


Echo tanto de menos esas carreras hacia la habitación cuando sentías que las sábanas se movían al despertarme por la mañana; cómo te apoyabas en la cama hasta que yo me dirigía a ti y, entonces, buscabas mi cara para besarla. Tus ojos brillaban al mirarme y me decían todo lo que necesitaba para ponerme en pie.

Era más lindo despertar cuando estabas tú.


Fuiste el confidente perfecto, el amigo fiel que acudía a mí cuando escuchaba mi llanto para secar mis lágrimas con un beso y quedarte a mi lado, ofreciéndome todo tu cuerpo para que yo pudiera serenarme en él.

Siempre alerta, no olvido cómo me mirabas a través del espejo esperando que no me faltase nada y, tan sólo con un gesto mío, con una mirada, ya sabías si debías acudir a aliviarme.
Recuerdo tanto y tantos momentos… tantos momentos que jamás olvidaré.


Me costó salir de la cama, del cuarto, mirar hacia afuera y ver que en la casa faltabas tú.
Pero no te entristezcas, lo voy superando y, en estos días, acudo a recostarme en el sofá, contigo, porque al hacerlo te siento a mi lado y tu abrazo me llega y me sigue arropando.


Un mes sin ti, ya pasó un mes, y sigo viéndote correr por la casa, te escucho y siento tus pasos del salón al dormitorio.
Miro a cualquier lugar… allí están tus cosas, allí sigues estando tú.

Y por más tiempo que pase sé que así será, porque te has quedado en mí, porque tú nunca jamás te irás.




Te amo y te llevo conmigo por siempre.

Bebito… D.E.P.




sábado, 3 de abril de 2010

Condena

Un recuerdo me oprime el pecho, de aquellos días en los que realmente viví.

Grito, hasta desgarrar mi garganta, clavada de rodillas en este suelo que sostuvo mi caída,
tantas veces…

Clamo una petición,
aliento para mi alma que, contraída por la rabia gélida de la impotencia, zozobra reparando en las sombras, entumecida, susurrándole a las tinieblas sin poder siquiera avistar la luz.



Un indulto
que no llega a mi prisión.

viernes, 2 de abril de 2010

Delirio espontáneo



(En colaboración con Noe, véase http://nuestraparteoscura.blogspot.com/)


¿Cuál era el mal que aquejaba a aquél que contabiliza a todo el que tiene a bien pasar por tu siempre abierto hogar? Ese que llama a tu puerta, en la oscuridad de la noche, el que perturba tus sentidos y no te deja respirar. ¿Larga espera me aguarda?

Desaparecido por mi errónea voluntad, vilipendiado para su comodidad, tranquilo reposa su cabeza en la almohada cada noche. Su sueño son sueños seguros porque yo recogí sus pesadillas al marcharme.

Disculpa y transige con mi ignorancia, siendo éste un género nuevo para mí, se atasca la imaginación y aparece mi insipidez. Confunde mis palabras, atrapa mis pensamientos, da vida a la muerte y acaba con lo que soy.

Jadeo sin esperanza de encontrar el camino correcto. No me atrevo a pisar ni el suelo en el que reposaron los pies de aquellos poetas encumbrados, aquellos que de verdad hacen malabares con las palabras haciéndome sentir arma que mata y puede acabar contigo sólo haciendo resurgir las ganas de vivir.

La agonía se apodera de mí, paso a paso encumbra mi realidad y asesina el deseo de una caricia en mi piel marchita.

Evoca a los espíritus de las letras, canaliza su energía para que dancen a tu alrededor uniendo vocablos que nunca imaginaste que existían formando un poema llamado caricia.

Floto custodiada por ilusiones extintas, entre árboles de ramas inertes que me llevan a caer.
Soporta el dolor estoicamente, son resultas de tu amargura, no mientes a tu desdichada suerte.

Dame la mano, acompaña y guarda a mi desolado cadáver. Y otórgame la magia de un sueño profundo, letargo ardiente que mi alma ansió.

jueves, 1 de abril de 2010

Crisis de ansiedad



Salí de la consulta de mi médico de cabecera y me dirigí a Salud Mental, como él me había indicado. Al llegar allí pregunté si sabían algo de la cita que esperaba porque, después de varios días, no se me había llamado y habían quedado en hacerlo. Y, como ya va siendo habitual, me volvieron a decir “ya te llamaremos”, a lo que yo le respondí a la señora que me estaba atendiendo: “no puedo seguir esperando, necesito terapia con urgencia, por favor, mire qué puede hacer por mí”. Yo… lloraba, y cada minuto que pasaba sentía que la ansiedad se incrementaba y me iba faltando el aire.

Esta señora se marchó a buscar mi expediente y volvió acompañado de un señor, su jefe supongo, el cual me dijo: “Aquí no te podemos atender porque no tienes cita y tu psiquiatra no está hasta dentro de una semana. Cuando ella llegue se te dará una cita, pero no sabemos para cuando, así que tendrás que esperar. Vete a Urgencias porque aquí no podemos hacerte nada. Te voy a ser sincero y directo: no te vamos a atender, lo entiendes, ¿verdad? Aquí, no te vamos a atender.” Esas fueron las palabras que me soltaron en Salud Mental y este suele ser el trato que me dan en la Inseguridad Social.

Así que marché a Urgencias y esperé mi turno escondiéndome de las miradas de la gente. Me atendieron: cuatro minutos de consulta en los que la doctora me dijo que, por todo lo que me estaba pasando, era muy normal que estuviese como estoy. Y, después de darme una pastilla para que me fuera más relajada, me hizo mucho hincapié en que me pagara un psicólogo y no esperara a que me llamasen de Salud Mental. Unas pocas palabras, una recomendación para ricos y una pastilla debajo de la lengua… ¡ea, para casa a descansar!


En resumen, de un lado para otro, de la consulta de mi médico a Salud Mental, de allí… a Urgencias. Y todo para darme una pastilla y mandarme a casa, sin antes haberme dicho que me pague yo de mi bolsillo algo que la SS me debe proporcionar. O sea, que tantos años trabajando y cotizando sirven para que luego me tenga que buscar un médico de pago que no podré pagar. Más que ayudarme, lo que consiguen en Salud Mental es que mi situación empeore, sintiéndome rechazada por quien, supuestamente, debería ser el bastón en el que me apoye para empezar a caminar hacia mi recuperación.

¡Qué vergüenza de sistema sanitario!