martes, 6 de abril de 2010

Por siempre



Necesito decirte cuán importante fuiste para mí. Necesito que sepas cuánto extraño tu presencia. Necesito darte un abrazo infinito, de esos que tú tan bien conoces.
Un abrazo de los nuestros, en tu cama, en el sofá, en el suelo… da igual, nuestros abrazos eran cálidos hasta en el mármol helado.


Te buscaba en mis largas noches de insomnio y juntos íbamos al sofá. Dejaba que fueras el primero en acomodarte porque sabía lo que disfrutabas siendo el primero en todo y, entonces, me tumbaba yo, a tu lado, cuerpo con cuerpo, abrigando los latidos de tu corazón.
Mi brazo se deslizaba por debajo de tu cuerpo rodeándolo hasta llegar a tu espalda y ahí comenzaban los mimos.
Casi sin darme cuenta, ya tenía tu cuello apoyado en mi hombro y tu cabeza delicadamente recostada sobre la mía.
Mi mano se paseaba por tu pelo, acariciaba tu nuca, tu frente, tus orejas, tu cara, tu boca…
Para que me sintiera abrazada y protegida, tu mano siempre estuvo en mi hombro, cuidando que mi cuerpo no se desestabilizara y resbalara hacia al suelo.
Era la única manera de dormirme en esas noches en las que mi cabeza y mi cuerpo se aliaban para no dejarme descansar.

Y así… así me dormías tú, mientras la noche callaba. En esos momentos, era capaz de palpar la paz.

Una vez dormidos, el tiempo no importaba, las horas corrían o los relojes se paraban… no lo sé, ¡y qué más da, ¿qué importaba el tiempo?! Lo hacíamos nuestro y eso era lo que realmente contaba para ti y para mí.
Y cuando tu sabio criterio consideraba oportuno, con sumo cuidado me recordabas que era hora de volver a la cama hasta que llegara el amanecer.


Echo tanto de menos esas carreras hacia la habitación cuando sentías que las sábanas se movían al despertarme por la mañana; cómo te apoyabas en la cama hasta que yo me dirigía a ti y, entonces, buscabas mi cara para besarla. Tus ojos brillaban al mirarme y me decían todo lo que necesitaba para ponerme en pie.

Era más lindo despertar cuando estabas tú.


Fuiste el confidente perfecto, el amigo fiel que acudía a mí cuando escuchaba mi llanto para secar mis lágrimas con un beso y quedarte a mi lado, ofreciéndome todo tu cuerpo para que yo pudiera serenarme en él.

Siempre alerta, no olvido cómo me mirabas a través del espejo esperando que no me faltase nada y, tan sólo con un gesto mío, con una mirada, ya sabías si debías acudir a aliviarme.
Recuerdo tanto y tantos momentos… tantos momentos que jamás olvidaré.


Me costó salir de la cama, del cuarto, mirar hacia afuera y ver que en la casa faltabas tú.
Pero no te entristezcas, lo voy superando y, en estos días, acudo a recostarme en el sofá, contigo, porque al hacerlo te siento a mi lado y tu abrazo me llega y me sigue arropando.


Un mes sin ti, ya pasó un mes, y sigo viéndote correr por la casa, te escucho y siento tus pasos del salón al dormitorio.
Miro a cualquier lugar… allí están tus cosas, allí sigues estando tú.

Y por más tiempo que pase sé que así será, porque te has quedado en mí, porque tú nunca jamás te irás.




Te amo y te llevo conmigo por siempre.

Bebito… D.E.P.




1 comentario:

  1. Ahora debe estar como loco después de que un ángel se lo haya leído. Tú habrás llorado al escribirlo, yo he llorado al leerlo pero él...él debe de estar dando saltos de alegría al sentirse tan querido y darse cuenta de que puede seguir viéndote y oyéndote y por lo tanto cuidando de ti. Un beso preciosa. Un tirón de orejas para él.

    ResponderEliminar