sábado, 1 de mayo de 2010

Niveles



Pasan los minutos por delante de mí y ni siquiera lo advierto. Me encuentro en un estado absorto total, como hipnotizada. Escucho los sonidos que hay a mi alrededor, la monotonía de la vida en la calle, veo las luces que entran por la venta, por el balcón… todo está ahí, pero no soy consciente de ello ahora mismo.

Se diría que estoy en el limbo, o tal vez drogada, pero no es así. Estoy en “modo-ausente”. Creo que mi cuerpo necesita este estado para poder relajarse, pero la mente… esa nunca se relaja, siempre está trabajando, es una currante nata.

Siento tristeza, sé que mi cara lo refleja. Si tuviera un espejo delante creo que me echaría a llorar al verme… debo estar de pena. Demasiadas subidas y bajadas en mi camino últimamente.

Las subidas son una buena onda para mi mente, sí, pero no tanto como se puede llegar a pensar, y tampoco son tan buenas para mi cuerpo... me acelero en exceso y luego aparecen las consecuencias: dolor físico acompañado de un cansancio tremendo y una confusión mental que no me deja pensar en nada con una mínima claridad. Pero sí, las subidas son buenas si las comparamos con las bajadas.

Las bajadas son los leñazos que me da la vida, los chocazos contra la pared invisible de la ilusión. Éstas sí que son malas para mi cuerpo y para mi mente.

En los últimos meses llevo una media de unas 7 u 8 bajadas por 1 y “media-subida”, ya que esta última aún no se ha concretado. Vaya carrera ¿no? Y bien, es lo que da la vida y lo debo asumir e ir pasando página.

Uf, llegó el cansancio de la mente y la poca lucidez. Debo tumbarme un rato y poner mi “modo-ausente” a trabajar en serio.