viernes, 30 de abril de 2010

Derrotada


Se desvanece la sombra del alma que un día fui.

Los ruidos ya no son familiares, sin embargo
atraen recuerdos,

incómodos e inoportunos.

Me desvelo por la noche y conciliar el sueño
se me hace imposible.


La mente comienza con su juego.
Los pensamientos se mezclan
dando paso a una oscuridad nítida, de matices desdichados.


Una realidad se hace palpable, con una única finalidad:
Matar a mi Yo verdadero.

Mi Yo fuerte, el que siempre ha vencido, el que jamás se dejó enturbiar por las tinieblas de la pena.

Ahora, mi Yo se ve golpeado por una fuerza inmortal
y, prácticamente, es abatido.

El héroe de guerra es mutilado
cuando hubiese preferido caer en combate.


Le han truncado, se siente abolido.



Él sabe que ya jamás

será el invicto que un día fue.